domingo, 20 de enero de 2013

El Jabalí Alzado (historia de barrio)

-Papá te los va a devolver apenas cobre...
-Para escriturar el depto necesitamos mis tres mil dólares, que me los devuela ya! esta semana o se pudre todo!... con él y con nosotros, flaca.
-Ehhh.... no me hables así....! ¿no te pueden esperar unos días?
-Nena... esto no es Miss Universo...  O escriturás dentro de la fecha que ellos te asignan, o el departamento se lo adjudican a otro. Es asi.

¿Está el Gaita realmente preocupado por lo sucedido? Es probable que no. Desde hace meses, la novia mete presión para comenzar una de las etapas mas bellas de la vida: la convivencia. El Gaita estiró el momento lo mas que pudo con una cintura admirable. Pero la política -siempre la política- suele solucionarle la vida a algunos y embarrarle la cancha a otros. Porque es através de un conocido suyo de la municipalidad, que el Gaita logra ingresar a un plan de viviendas. La propuesta le llega en el vestuario de una cancha de alquiler luego de un partido de futbol cinco. Mientras se secaban los huevos este conocido tiene la gentileza de comentarle acerca de la remotísima posibilidad, en la cual el Gaita, sin meditarlo lo suficiente y sin expectativas, como quien es invitado a tomar una cerveza en la esquina, tal vez por cortesía, muestra cierto interés. Luego de una preinscripción y tras varios meses sin tener noticias, el plan le es adjudicado. Lo que para cualquiera hubiera sido una lluvia de maná, para el Gaita, enredado en los hilos pegajosos de su novia, fue casi su tiro de gracia. No mas esperas, no mas excusas: la convivencia será inminente. Solo si por algún motivo el suegro no llegara a saldar su deuda a tiempo, en un sentido sería una solución.

Mientras tanto el Gaita, varón argentino y peronista, dispone de un lugar donde compartir con sus amigos momentos de solaz casi al finalizar el día y antes de regresar al hogar.

A la madriguera que el Gaita y sus amigos acondicionaron en el barrio de Mataderos la bautizaron El Jabalí Alzado, una casa sin dueño identificable que desde hace unos meses cayó en sus manos de manera poco clara.
Poco clara como lo son las cosas que allí suceden. Visto desde afuera y con buena voluntad, es un sitio donde los amigotes se reúnen a disfrutar del poker y la cerveza.

Sin embargo El Jabalí Alzado cuenta con algunas otras comodidades, y esto para un observador detallista es fuente de pistas sutiles que pueden llegar a brindar un panorama mas nítido acerca de lo que estamos hablando. Entrando, desembocamos a un patio amplio equipado con mesas y sillas de plástico. A la derecha dos dormitorios de puertas precarias, ambos con sistema de iluminación policromática, bola de espejuelos gitaroria, equipo de sonido y se completa con sendas camas matrimoniales trabajadas en bronce. Desde el patio se ve la entrada a una cocina modesta, algo sucia pero con una heladera equipada permanentemente a base de cerveza, coca y fernet. Al lado, un baño que sin ser un lujo, es un verdadero desastre. Junto a la escalera que lleva a la terraza, una maceta alberga una frondosa cannabis, señalando el área espiritual de El Jabalí Alzado. Gente entendida en la materia aseguran que es difícil lograr que crezca en Buenos Aires una cannabis con semejante ímpetu, sobre todo sin recibir atención alguna. Basta consultar internet para encontrar páginas didácticas detallando diferentes pasos a seguir (épocas de siembra, tipos de tierra, horas de riego, temperaturas controladas) y foros de discusión donde los cybernautas abocados a este hobby apasionante comparten consejos y secretos frutos de la prueba y error. En el Jabalí, bastó que un borracho tirara en la maceta unas semillitas que encontro mientras se armaba un porro. El riego eventual por las lluvias y la luz aleatoria debido a un techo averiado de policarbonato y chapa parece haber generado un hábitat ideal para el desarrollo de la planta, aunque algunos dicen que la actividad dionisíaca y erótica desplegada en la casa actuó como un estimulante de las traviesas semillitas.

....

Ella vive en su departamento con su novio analista de sistemas. Mental, precavida, organizada, de ésas mujeres que no dejan nada librado a la suerte. Mujeres que meditan exhaustivamente sus compras, haciendo relevamientos prolongados, consultando con la almohada cada decisión. Para resumir, el tipo de mujer que comienza a planificar en mayo las vacaciones que se tomará en enero. Cecilia, socióloga, la mujer a la cual nos referimos, trabaja en una consultora y asegura que no le interesa escalar demasiado alto. Es posible que lo logre. Es quien siempre en las reuniones encuentra el defectillo en las propuestas presentadas. Su espíritu detallista y sus anhelos de perfección tambien se ponen de manifiesto en el ámbito laboral y es entonces que las reuniones se dilatan, las propuestas no se aprueban y los proyectos se diluyen.

Hoy una pelea bastante radical con su novio (por un tema de proyectos domésticos) la llevó a juntarse con Julieta en un pub del microcentro.

-Estoy aburrida, esto no evoluciona.
-Ay, Ceci...¿Probaste hacer terapia?
-Soy socióloga, no confío en los psicólogos.
Es viernes a la noche y entonces el celular de Julieta recibe un mensaje de texto. Se trata de una invitación a una fiesta. La fiesta es en una casa en el barrio de Mataderos. La casa se llama El Jabalí Alzado.

.....

-Ese nombre no me gusta nada -dice Cecilia.
-Son chicos muy divertidos. Los conocí en el Dick.
-En el dique?
-No, en el Dick. El Dick Bar.
Llegan en taxi al sitio en cuestión. Una luz potente ilumina la puerta roja como si de un local público y habilitado se tratara. La música comprimida en su interior se libera cada vez que un tipo sale intentando quitarse el mareo con el vientito de la calle. Las chicas siguen el consejo del tipo que las invitó: "bajen del taxi, golpeen y asomen sus cabecitas a través de la puerta roja. Si les gusta lo que ven, se quedan". Deciden quedarse y una vez dentro dos muchachos se acercan para simplemente notificarles lo lindas que están. Uno de ellos le ofrece un porro a Cecilia, quien rechaza la oferta.
-Juli... ¿que es esto? Desde que estoy de novia yo no fumo.
La puerta de una de las habitaciones no para de abrise y cerrarse, un fluir constante de gente. Salen de alli sonrientes refregándose levemente la nariz. Sobre una mesa de caballetes, botellas de todo tipo conviven con simpáticos vasos de plástico que no son mas que una muestra de lo urgente e inmediato de un evento exento de todo glamour.
-Ojo, las copas de cristal son nuestras, ésas no las repartan -dice el Gaita. Unos vivos.
Generosos con las sustancias y muy abiertos a la hora de invitar tanto a mujeres como a hombres, conservaban ciertos privilegios en una fiesta que ya a esta altura parece un tributo a sí mismos. La picardía de barrio, la mente despejada para analizar el juego y la complicidad del trabajo en equipo les permitía desarrollar un plan extraño pero casi perfecto. ¿Para qué invitar tan abiertamente a tantos tipos? Es más: solían ser francamente pesados e insistidores en este punto. Bien, tal vez pueda ensayar una respuesta. Muchas o casi todas de las mujeres presentes, treitañeras y abrumadas oficinistas necesitadas de compañía, habían tenido algún tipo de relación, ocasional y trunca, con alguno de ellos no mucho tiempo atrás. Venían todas mas o menos con el mismo objetivo: retomar la relación con alguno de los dueños de casa. Al no conocerse entre ellas traían a alguna amiga para evitar el deambular sin rumbo por la casa. Entonces el problema aquí, a la inversa de lo que sucede en los locales bailables de cualquier ciudad no era la falta de mujeres sino la falta de hombres para evitarles el aburrimiento de la espera de lo que tal vez jamás llegara. Todas esperaban su propio reencuentro y esta espera hacía que se mostraran esquivas y difícles ante cualquiera, pero los dueños de casa hacian sus propios planes con las nuevas chicas generando una situación de mareo generalizado donde ya nadie entendía mas nada.
Comentario aparte merece la escalera que consuce a la terraza. Desde el inicio mismo de este antro fue muy transitada para desembocar en lo que ha sido un clásico. Alli arriba un sinnúmero de muchachos ansiosos han conseguido algun servicio express bajo la protección de la vía láctea. El varón, proclive a obtener satisfacción instantánea, es probable que se esté perdiendo un abanico de interesantes sensaciones.
Pero no pensaba esto último el joven de saco negro y fina corbata al clavar su mirada en Cecilia para decirle:
-Subimos a la terraza y me hacés ver las estrellas?
Ella lo miro con cara de asco.
.....

A las cinco de la mañana las luces del patio son apagadas y solo una luz negra conectada con dudosa pericia al equipo de música destella fuera de ritmo. Varios se han retirado de la fiesta, unos satisfechos, otros decepcionados, otros por haberle prometido a sus esposas regresar temprano. Cecilia, que algo mas calmada ha logrado entablar una conversación bastante fluída con un muchacho agradable, es interrumpida por gritos y aplausos provenientes de la terraza. El muchacho agradable toma la mano de Cecilia quien sin otra opción lo sigue y suben la escalera.

Un público espontáneo improvisa un semicírculo alrededor de un muchacho y una joven, que se encuentra de rodillas frente a él. Una situación confusa e inasible donde transcurren los minutos y un silencio respetuoso. Un gemido tímido anuncia la proximidad del instante esperado. La joven que cierra los ojos y durante unos segundos parece saborear algo, de pronto los abre y para dar su veredicto:
-Pollo al curry con papas noisette.
-Correcto! -grita el tipo.
La ronda aplaude entusiasmada.
Ante la mirada estupefacta de Cecilia el tipo agradable que conversaba con ella le explica:
-Es increíble, este juego lo vi en la fiesta pasada. Con solo degustar unos segundos te saca cual fue tu última comida.
Cecilia pone cara de asco toma su abrigo y su cartera y despierta a Julieta:
-Juli, rajemos de aquí... está repleto de degenerados!
Julieta se despierta sin entender nada, hasta que oye la algarabía:
-Ay, no me digas que ya empezó el show de la catadora, vení, no te pierdas esto!
Cecilia duda unos segundos y corre hacia la puerta en un intento fallido por huir.
-Donde está la llave?! -grita.
Un grito le ordena callarse y Cecilia, ya con miedo, hace caso.
Transcurren unos minutos y al fin la adivinadora dice:
-Ravioles de verdura con salsa fileto.
-Sí! -dice otro joven.
Otro apluso cerrado y un grito agudo sale de la boca de Julieta que aplaude tambien:
-Es una genia... no sé como hace! -dice.
-Y... es práctica -le comenta el tipo de al lado -pero no debe ser fácil, hay que tener conocimientos de gastronomía.
-Si? y donde estudió?

-En la escuela del Gato Dumas, me parece.
-Se nota que tiene un paladar educado.
-Y... la excelencia académica es un factor importante en el aprendizaje.
Julieta mira ahora al sujeto con interés y le dice:
-Ah, vos estás en el tema...?
-Sí, soy licenciado en ciencias de la educación.
-Waw.... que coincidencia
-¿vos tambien?
-No, pero soy maestra jardinera.
-Mirá que bien, si, estamos en temas parecidos.
Ambos suspenden la conversación para concentrarse nuevamente en el escenario.
-Rollitos de lenguado rellenos con puerro, panceta, salsa de ostras y azafrán.
-Correcto!
La ovación y el aplauso se hacen presentes una vez mas en una noche para muchos inolvidable.
-Es fantástica
-Extraordinaria.
Julieta la ve a Cecilia apartada, completamente al margen de la reunión y aprovecha para preguntarle al licenciado en educación:
-No conocés aquí alguien copado para presentarle a mi amiga? Está medio ofuscada.
-Copado en que sentido?
-Alguien que la sepa tratar. Cecilia es un poco tímida y otro poco sensible. No sabe divertirse y creo que este show la terminó asustando. Estaría bueno que conozca a alguien medianamente normal, que que no sea desubicado.
-¿Ubicado? bueno, el Gaita podría ser, se adapta a cualquier circunstancia. Cuando el momento demanda buen gusto es un lord y si hay que faltar el respeto es un guarro.
-¿Y porque no le hablas para que la entretenga un poco?. Sanamente, digo.


Cassandre (2007)

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